Desde que el niño nace se produce un proceso progresivo de búsqueda de autonomía por su parte. Un bebé es dependiente de sus padres al 100 % y no podría vivir sin su protección. Cuando el niño crece, comienza a buscar su propia autonomía y los padres le ayudan en esa búsqueda, en ocasiones sin ser muy conscientes de ello.
Cuando ayudamos a nuestros hijos a andar o a decir sus primeras palabras, estamos fomentando su autonomía, ya que les estamos ayudando a ampliar su capacidad de actuación y a valerse por sí mismos. Paulatinamente, los padres deberían dejar de ser imprescindibles para nuestros hijos. Poco a poco les animaremos a que tomen sus propias decisiones y les permitiremos que se equivoquen para que aprendan de sus propios errores. Igualmente es fundamental enseñarles a responsabilizarse de sus actuaciones y de sus decisiones.
Hay muchas decisiones que tomamos por nuestros hijos y que perfectamente podrían tomarlas ellos, desde elegir la ropa que se van a poner hasta negociar el reparto de algunas tareas del hogar con sus hermanos.
Aquí os exponemos algunas de ellas:
– Respecto a las tareas domésticas, es muy positivo que los hermanos acuerden un reparto del trabajo y que se responsabilicen de su parcela. Los padres deberán velar porque no se produzcan agravios comparativos en estos repartos pero dejaremos la iniciativa a nuestros hijos.
– También es importante estimular su autonomía social, permitiendo que vayan a pasar el día a casa de amigos o que éstos vengan a nuestra casa, que se reúnan con amigos y organicen juegos y actividades para hacer con ellos. Esto hará que aprendan a desenvolverse en sociedad.
– Si quieren apuntarse, por ejemplo, en un equipo de fútbol o aprender a tocar algún instrumento, deberemos apoyarles y no poner pegas, aunque creamos que no tienen facultades para ello.
Siempre es bueno dejar que los niños tomen iniciativas y luchen por lo que desean.