Seguro que una de tus mayores preocupaciones es que tu hijo sea un niño feliz. Transmitirle esos valores, que en un futuro sean la base de su felicidad es uno de los principales objetivos de la educación. Sin duda, la empatía es uno de estos valores.
La empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de los demás, algo fundamental para una adecuada convivencia social y que debe ser transmitido de padres a hijos.
Lo primero que debemos enseñarles es a interpretar los sentimientos de los demás, tanto los positivos como la alegría o la emoción, como los negativos como la rabia, la tristeza o el dolor.
Desarrollar esta habilidad desde pequeños es tarea de los padres, pero también de los educadores. Trabajar esto en casa puede además mejorar la comunicación familiar. Frases como “entiendo que estás enfadado”, “siento que estás triste…”, “ya veo que te sientes mal porque te has equivocado pero mañana tienes otra oportunidad para intentar hacerlo mejor” son ejemplos de cómo los padres pueden demostrar su empatía con los hijos.
En ocasiones sucede que las emociones de los niños no son proporcionadas y lleguen incluso a resultar incómodas para muchos padres, sobre todo las negativas como la rabia, pero la empatía ayuda a reconocer y a aceptar esa emoción. Hay que entender y hacerles ver a los niños, que las emociones sean positivas o negativas en sí mismas, no están ni bien ni mal y que es positivo que compartan lo que sienten en cada momento. Otra cosa distinta son las consecuencias de esas emociones, “puedes enfadarte, pero no puedes dar un golpe a la mesa por ello”, “puedes sentir rabia, pero no pegar”. De este modo le enseñarás a canalizar esos sentimientos. Y lo mejor en este sentido es que los padres den ejemplo de mesura, serenidad y control.
Los niños que tienen hermanos encuentran en esta relación un campo de entrenamiento estupendo. Tener que compartir no solo lo material, sino también la atención o el afecto puede ayudarles a desarrollar determinadas habilidades: “Claro que quieres comerte toda la bolsa de chuches tú solo, pero tu hermano también quiere probarlas. Si compartes con él hoy, cuando él tenga chuches también te dará de las suyas”.
Conocer las consecuencias que tienen las conductas es otra de las cosas que ayudarán a cualquier niño a crecer en empatía. Este proceso, que lleva tiempo, supone la superación de las actitudes egoístas tan típicas en la infancia, el aumento de su autonomía y de la responsabilidad, tanto hacia uno mismo, como hacia el entorno social que les rodea.
Fomentar la empatía dentro de la familia es el primer paso para que se proyecte más delante hacia sus compañeros y amigos.