Cuento del Gato con botas II

Hoy os dejo la segunda parte del cuento del Gato con Botas. Seguro que más de uno de vosotros ha visto la película o se sabe la historia. Pero seguramente también, habrá algunos de vosotros que no la recuerde bien. De todas formas aquí os dejo este estupendo cuento, una historia llena de aventuras.

Este pequeño gato da mucho que hacer! Yo tengo cuatro gatos y ninguno lleva botas, pero sería algo curioso jajajaja. Ahora bien, dejando las bromas a un lado, aquí os dejo con la segunda parte de este estupendo cuento. Espero que os guste:

El Gato con Botas

gato

Tú solo sigue mis instrucciones.» El amo no entendía muy bien lo que el gato le pedía, pero no tenía nada que perder, así que aceptó. «¡Rápido, Amo! Quítese la ropa y métase en el río.» Se acercaban carruajes reales, era el rey y su hija. En el momento que se acercaban el gato chilló: «¡Socorro! ¡Socorro! ¡El marqués Carrabás se ahoga! ¡Ayuda!». El rey atraído por los chillidos del gato se acercó a ver lo que pasaba. La princesa se quedó asombrada de la belleza del marqués. Se vistió el marqués y se subió a la carroza.

El gato con botas, adelantándose siempre a las cosas, corrió a los campos del pueblo y pidió a los del pueblo que dijeran al rey que las campos eran del marqués y así ocurrió. Lo único que le falta a mi amo -dijo el gato- es un castillo, así que se acordó del castillo del ogro y decidió acercarse a hablar con él. «¡Señor Ogro!, me he enterado de los poderes que usted tiene, pero yo no me lo creo así que he venido a ver si es verdad.»

El ogro enfurecido de la incredulidad del gato, cogió aire y ¡zás! se convirtió en un feroz león. «Muy bien, -dijo el gato- pero eso era fácil, porque tú eres un ogro, casi tan grande como un león. Pero, ¿a que no puedes convertirte en algo pequeño? En una mosca, no, mejor en un ratón, ¿puedes? El ogro sopló y se convirtió en un pequeño ratón y antes de que se diera cuenta ¡zás! el gato se abalanzó sobre él y se lo comió.

En ese instante sintió pasar las carrozas y salió a la puerta chillando: «¡Amo, Amo! Vamos, entrad.» El rey quedó maravillado de todas las posesiones del marqués y le propuso que se casara con su hija y compartieran reinos. Él aceptó y desde entonces tanto el gato como el marqués vivieron felices y comieron perdices. FIN

foto: collider

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