Pablo no era como sus hermanos de la colonia, pues, mientras los demás se pasaban el día esquiando, cazando o bañándose, él, bien acurrucado en el fondo de su igloo, se apretujaba contra su más preciada compañera: una vieja estufa de carbón.
—Vení, Pablo, no seas tan friolento y ven a jugar con nosotros —le decía con frecuencia su amiguita Sara. Todo inútil. Pablo no soportaba el durísimo clima antártico y, junto a su amada estufa, soñaba y soñaba:
«¡Ah, si pudiera estar ahora en una playa tropical, tostado por el sol de verano y bien calentitos los pies al tenerlos puestos sobre la arena caliente! Aquí voy a morirme de frío. ¿Por qué habré nacido pingüino? Lo mío sería estar en el Caribe» —se decía Pablo, con rostro melancólico.
A medida que avanzaba el invierno, arreciaba el frío hasta llegar a los sesenta grados centígrados bajo cero. Pablo, incapaz de resistir por más tiempo, se construyó una sólida barcaza, a base de hielo vivo, y se hizo a la mar sin pérdida de tiempo.
— ¡Adiós, hermanos. Nunca los olvidaré! —exclamó Pablo, al despedirse de los demás pingüinos de la colonia.
Tras navegar hacia el Norte durante varias semanas, Pablo avistó unas exóticas islas, en las que crecían palmeras y árboles frutales. Escogió una de ellas como residencia y dirigió la proa de su barco hacia allí.
Debido a las corrientes cálidas del Trópico, Pablo observó que su embarcación se estaba derritiendo. A toda prisa se metió en la bañera que llevaba como lavabo de a bordo, y, ayudándose de unos remos, navegó hacia su isla soñada.
Cuánto puso sus pies sobre la arena no lo podía creer, que alegría, al fin lo había logrado.Dos años lleva viviendo Pablo en ese paraíso solitario. Según creo es muy feliz, porque se pasa los días enteros tomando el sol en la playa, tumbado en una hamaca. ¡Ah, y además, toma baños de mar de vez en cuando!
Amiguitos: Sin duda que Pablo no es un pingüinos común, pero lo importante es que ahora es feliz.
Extraído: Pequeñas fábulas