A todos los niños, cuando nacen, les dan un libro, la Cartilla de Salud Infantil, que los papás tendrán que llevar siempre consigo a todas las consultas con el médico.
En este libro se da información general para todos los niños, como el calendario de vacunas, indicaciones sobre el desarrollo psicomotor del niño, así como algunos consejos prácticos para el cuidado de los más pequeños y prevenir accidentes muy comunes en los primeros años de vida.
En la cartilla se irán anotando los resultados de los exámenes de salud a los que se someta el niño, así como las observaciones o comentarios que el pediatra considere oportuno señalar.
En el libro también se lleva un seguimiento del peso y la estatura del niño, anotando su progresión en unas gráficas específicas que se presentan diferenciadas para niño y para niña.
Estas gráficas, aprobadas por la Organización Mundial de la Salud, señalan los llamados percentiles, que indican la proporción de peso y estatura con relación a la edad. Las gráficas marcan unas curvas que la OMS considera normales, con una variación del 3 al 97 %. Todo lo que se salga de esta franja, ya sea por arriba o por abajo, se podría considerar “anormal” y habría que vigilarlo o tratarlo de forma específica.
Los famosos percentiles, además de servir como referencia para controlar el adecuado crecimiento del bebé, sirve, en muchas ocasiones, para provocar cierta competitivad entre los padres. Es muy habitual escuchar eso de: “el mío está por encima de la media; la mía supera el percentil 75, pues la mía está casi en el 100!”.
Y es que creo que todos los padres pecamos de “el mío más”, una afirmación universal aplicable a cada sujeto. Es algo que los percentiles no pueden cambiar. Sin duda, el mio es lo más (para mí), como el tuyo lo es para ti. Y, por mucho que otros nos digan que sus hijos están por encima de tal o cual percentil, los tuyos seguirán siendo más. Ni debemos preocuparnos porque el niño esté en el percentil 15 ni presumir porque esté en el 75. Lo importante es que estén bien, dentro de la normalidad pues, como decía Aristóteles, en el término medio está la virtud.