Los padres primerizos no tardan en descubrir que el sueño de su bebé difiere del suyo. Un recién nacido duerme el doble que un adulto, aunque no lo hace de forma continuada. La duración del sueño en los niños depende de la edad que tengan. Para empezar, duerme más de día que de noche. Es imposible modificar el sueño infantil y, al menos durante las primeras semanas, son los adultos quienes deben adaptarse. Durante la primera semana de vida, un bebé duerme en torno a las 16 horas al día. Este se divide en 18 siestas aproximadas. Incluso hay recién nacidos que duermen más. Algunos llegan a las 23 horas al día, sólo estando despierto el tiempo necesario para comer.
Cuando un bebé alcanza las 4 semanas, el sueño se reduce unas dos horas. A partir de entonces, disminuye paulatinamente hasta alcanzar las 8 horas de sueño de un adulto. Esta reducción es más evidente durante el día, sobre todo durante la tercera semana de vida, cuando se va viendo la diferencia entre el sueño nocturno y el diurno. Cuando cumple 26 semanas, es decir, unos 6-7 meses, se va viendo un gran cambio… se mantiene mucho más tiempo despierto, incluso sin llorar. Entonces, durante el día el bebé sólo duerme una siestecita y por la noche los papás pueden descansar mejor.
Muy pronto, antes de que cumpla el primer año de vida, el bebé dormirá por la noche y sólo dormirá una pequeña siesta durante el día. Cuando el bebé celebre su primer cumpleaños, la siesta de la mañana desaparecerá. Existen dos forman de dormir: dormir soñando o dormir profundamente. Es imposible saber cuáles son los sueños que tiene el bebé. Cuando deja de soñar, se sumerge en un profundo sueño, el cuerpo se queda inmóvil, los músculos se relajan y su rostro refleja tranquilidad.