¿Dejarías que a tu hijo meta meter la mano en el horno o darle un trago a de la una botella de lejía? Del mismo modo que le impedirías actuar así y con la misma naturalidad debes establecer límites.
Estas líneas rojas le ayudarán a dominar y ejercer control sobre su propia vida.
Para disfrutar plenamente de su libertad, tendrá que ser responsable de sí mismo, y para ello, nada más útil que unas normas y límites claros en casa.
Cuando a un niño se le dice “NO”, éste debe ser racional, coherente, respetuoso y adaptado a la edad. Además debe ser explicado, no basta con decir no, sino hacerle entender el por qué. Aquellos niños cuyos padres tienen problemas para imponerse, tienden a ser ansiosos. Si los padres, les niegan alguna petición, y posteriormente tienden a ceder más tarde, a sus hijos, les costará mucho afrontar los requisitos que se les plantean en la sociedad que les ha tocado vivir y les será mucho más doloroso afrontar los conflictos que la vida les pueda plantear.
¿Te encuentras por primera vez ante el reto de marcarle los límites a tu hijo? ¿Temes ser demasiado autoritaria, pero también pasarte de blanda? ¿Cómo hacerlo? Con naturalidad y sin ningún tipo de complejos.
Los niños precisan cariño, pero también unos límites claros, para sentirse seguros, protegidos y orientarse adecuadamente.
Debemos establecer las fronteras de distinta manera en función de la edad.
Hasta los 3 años, no tienen el razonamiento suficiente y necesitan algún tipo de intervención por parte de los adultos. A veces, a esta edad, los niños lloran o tienen rabietas porque están enfermos o tienen hambre o calor; porque están demasiado estimulados o porque se sienten abandonados. En estos casos puedes reconfortar a tu hijo, evitando que se sienta incómodo. Si no hay motivo aparente para el llanto o la pataleta, prueba distrayéndole con algo que le guste o reorientando su actividad.
Entre los 3 y los 8 años los expertos recomiendan:
– Usar “cuando” y “entonces”, en lugar de emitir una amenaza: “Cuando recojas los juguetes, entonces podremos salir al parque”.
– Dale instrucciones claras, en un tono amable: “Por favor, lávate los dientes ya”.
3. Cuando le pidas algo, hazlo de forma positiva: “Por favor, habla en un tono más bajo y calmado”, en lugar de decir “¡No grites!”.
– Puedes ignorar algunos comportamientos que no sean peligrosos: cuando está quejica y lo discute todo, alguna palabrota o rabieta pequeña. En algunos casos, ignorar el comportamiento durante unos minutos serán suficientes para que tu hijo cambie de actitud. No siempre es posible, pero es mejor prestar atención a los comportamientos positivos que a los negativos.
– Distrae a tu hijo haciendo algo que le guste mucho: “Voy a prepararme para salir a dar un paseo” o “Papá ¿jugamos al ‘Uno’?”.
– Alaba un buen comportamiento: “Me encanta cuando me hablas con cariño, en lugar de gritarme”.
– Todo acto tiene unas consecuencias. Ésta es la regla de oro para establecer límites. Es lógica pura, y es mucho más eficaz que establecer castigos, que muchas veces no tienen ninguna relación con lo que queremos corregir. Por ejemplo, si tu hijo tira arena varias veces a otros niños en el parque, no podrá estar allí y tendrá que marcharse a casa; si rompe los juguetes de su hermano, perderá la oportunidad de jugar con esos juguetes; si pinta con rotuladores en la pared, no podrá utilizar rotuladores; si tardamos mucho tiempo en recoger los juguetes y en arreglarnos, no nos dará tiempo a salir a pasear.
Los límites dan seguridad en la medida en que indican los márgenes entre los cuales podemos movernos y ayudarán a tu hijo a crecer con equilibrio.