La leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer a su hijo recién nacido. No sólo por su composición, sino también por el vínculo afectivo que se establece entre la madre y su bebé durante el acto de amamantar. La leche materna contiene todo lo que el niño necesita durante sus primeros meses de vida, protege al bebé frente a muchas enfermedades tales como catarros, neumonía, diarreas, otitis, infecciones de orina, e incluso, prevenir otras patologías futuras como asma, alergias, obesidad, etc.
No obstante, la leche materna no sólo es buena para el pequeño, sino también para la madre. Las mujeres que amamantan a sus hijos pierden el peso ganado durante el embarazo más rápidamente, y difícilmente padecerán anemia, hipertensión y depresión posparto. La agalactia o hipogalactia es un término que está relacionado con el post-parto y la lactancia de los niños. Se define como la falta real de leche materna por un problema glandular, es decir, que la madre no puede amamantar a su bebé debido a no tener leche o a que no le baja la suficiente.
El problema suele ser poco frecuente, pero no inexistente y hoy en día se da en mayor medida debido al estrés al que estamos sometidos. Si, en algún momento, te encuentras con este problema, el mejor consejo que podemos darte es que consultes con tu médico y probar varias veces (puede que tarde un poco en bajar la leche) antes de pasar a darle leche maternizada. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los primeros 6 meses de la vida del bebé y continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los 2 años de edad o más.