La alergia se puede definir como una hipersensibilidad a una partícula o sustancia que, si se inhala, ingiere o toca, produce unos síntomas característicos.
La sustancia que provoca dicha reacción se denomina «alérgeno», y los síntomas provocados son definidos como «reacciones alérgicas». Cuando un alérgeno penetra en el organismo de un sujeto que es alérgico a dicho alérgeno, su sistema inmunitario responde produciendo una gran cantidad de anticuerpos llamados IgE. La sucesiva exposición al mismo alérgeno producirá la liberación de mediadores químicos, en particular la histamina, que producirán los síntomas típicos de la reacción alérgica.
En la gestante las causas son las mismas que en la mujer no embarazada con el agravante de que en ellas hay una mayor sensibilidad por el ligero estado de su sistema inmunitario y las limitaciones en el tratamiento. El síntoma por el que más acuden las pacientes son los sarpullidos y el asma, que a veces empeora en el primer trimestre.
El resto de síntomas, como rinitis o conjuntivitis, son menos llamativos y no comprometen en general la salud de la paciente, a no ser que sea una reacción anafiláctica que incluso podría poner en riesgo su vida. La profilaxis es el pilar fundamental en el tratamiento de los estados alérgicos, sobre todo en las gestantes: hay que evitar la exposición a los alérgenos que pudieran desencadenar una reacción alérgica.
El tratamiento médico debe siempre estar orientado por el obstetra. Las asmáticas ya conocidas deben de orientarse precozmente para adecuar su tratamiento al embarazo. Es importante recordar que no se debe acudir a la automedicación en el embarazo, ya que puede perjudicar al feto y a la madre, sobre todo en el primer trimestre.