La cabeza del bebé recién nacido

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En el momento del parto, la cabeza del bebé le crea un problema a la madre. Si el cráneo de un feto fuera ancho y rígido, la llegada al mundo sería más dolorosa. En el momento del parto, el cráneo es suave y flexible. Aunque más tarde se convierta en un casco biológico rígido que protegerá el cerebro el resto de sus días. La debilidad de los huesos ayuda en el parto, pero hay algo más. Los huesos del cráneo no están soldados, lo cual permite que adopte una forma más estrecha mientras cruza por el útero. La flexibilidad del cráneo del recién nacido provoca que al nacer, el bebé tenga un aspecto abollado. Estas malformaciones son parte natural del proceso.

Tras el parto, el cráneo del bebé tarda varios meses en endurecerse y convertirse en el casco efectivo y protector que su cerebro necesita. Durante esta fase, el cráneo es vulnerable a daños físicos, de forma que la madre debe tener cuidado y ofrecerle toda la protección. Los huesos del cráneo del bebé se mantienen separados algún tiempo después del parto. Las dos fontanelas principales se encuentran en la parte superior de la cabeza. La anterior se sitúa en la frente y la posterior en la parte trasera de la cabeza. Las cuatro restantes, menores, forman pares. El par frontal está situado en las sienes; el par trasero, en la parte trasera de la cabeza.

Estas fontanelas desaparecen a medida que las placas se expanden y ocupan estos espacios. Al final, estas placas se tocan y forman saturas onduladas. Estas conexiones van cogiendo fuerza hasta que el cráneo está completamente soldado. Este proceso varía desde los 4 meses de vida hasta los 4 años, dependiendo del bebé.

 

 

 

 

Imagen: salud-ninos

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