Impresiona observar lo blandita que está esa zona de los bebés. Por eso no es de extrañar que durante el primer año de vida tengamos tantas prevenciones a la hora de tocarle la frente o dejar que otros lo hagan.
En los recién nacido, el crecimiento de los huesos de la cabeza todavía no ha finalizado. Las separaciones palpables se llaman fontanelas. El niño las tendrá hasta que todos los huesos de la cabeza se hayan unido, lo que sucede entre el 6º y el 18º mes de vida.
Hay una fontanela delantera prácticamente en medio de la cabeza, una trasera y dos laterales. Al palpar, la que más se nota es la delantera que es la más grande (2 a 3 cm), su cierre se inicia a partir de los 6 meses para concluir entre los 12-18 meses, aunque en algunos casos, puede ser más tardío. Detrás de ésta se puede palpar otra más pequeña (0,5 a 1 cm) que normalmente se cierra sobre el segundo-tercer mes de vida. El bebé tiene en los laterales otras dos, que apenas se pueden palpar.
Estas partes blandas le dan espacio al cerebro para que pueda seguir creciendo y la cabeza mantener la forma redonda. El cerebro está protegido por las meninges blandas y duras de la cabeza además del cráneo, por eso no suele sufrir daño, a no ser que se ejerza presión directa sobre él. Aún así, hay que tener cuidado, aunque no debes tener temor de tocar las fontanelas ni de limpiarlas.
El estado, el tamaño y el momento de unión de las fontanelas es una señal importante para el pediatra. Él las revisará en cada examen pediátrico y te dirá si la evolución del cierre es correcta en conjunto, porque hay más parámetros a observar en la cabeza del bebé que las fontanelas. Cuando el bebé se enfada, llora, muchas veces la fontanela mayor se abomba. No te asustes si le sucede a tu bebé. Es algo normal. Solo debes preocuparte si notas que la fontanela está abombada o hundida cuando el bebé está tranquilo. En este caso consulta con tu médico.