Un bebé recién nacido se pasa la mayor parte del tiempo en posición fetal ya que le resulta muy cómodo por haber pasado tanto tiempo en el interior del útero. Aún no es capaz de mover el cuerpo de un lado a otro, a menos que esté rodeado de agua. Algunas pruebas han demostrado que cuando se coloca a un bebé en agua templada, sujeto a la mano de uno de sus padres, no da señales de pánico si no que aguanta la respiración automáticamente y flota feliz con los ojos abiertos. Si el papá o la mamá retirase la mano, el bebé comenzaría a realizar movimientos natatorios con las extremidades para desplazarse por el agua.
La respuesta del por qué hace esto es porque se siente cómodo en agua ya que le recuerda el mundo líquido en el que pasó nueve meses durante el embarazo de la madre. Aunque lo curioso es que cuando el niño está en líquido amniótico no utiliza los pulmones, sin embargo, una vez ha nacido sí y es capaz de controlar su respiración. La natación es una nueva forma de movimiento que experimentamos desde los primeros días. Sólo puede explicarse como una representación de una fase primitiva de nuestra evolución, cuando nuestros ancestros eran más acuáticos que nosotros. Cuando el bebé alcanza los 3 o 4 meses de vida esta capacidad se desvanece. A partir de entonces, el niño siente mucho miedo al agua y es por ello que debemos empezar a quitarle el miedo con algún profesor de natación, cuando sea un poquito mayor.
Algo que debemos dejar claro es que jamás debemos dejar que el bebé nade en una piscina con cloro ya que los niños abren los ojos debajo del agua y las sustancias químicas podrían dañarlos. En definitiva, cuando cumplan los 5 años aproximados será un buen momento para que lo apuntemos a natación ya que es muy buena para la espalda de los niños.
Imagen: cntoledo