Los tics en los niños son relativamente frecuentes. En niños muy sensibles, un día de fiesta o una experiencia muy emocionante puede desbordar de tal manera que terminen arrugando la nariz o guiñando el ojo, sin poder evitarlo. Si bien es cierto que las causas se desconocen, hay factores como el estrés que pueden agravarlos. Por el contrario, el apoyo de la familia y maestros pueden ser de gran ayuda para controlarlos sin problemas.
Los tics constituyen el trastorno del movimiento más habitual en la infancia. La prevalencia es de tres veces mayor en niños que en niñas. Suelen aparecer entre los 6 y los 10 años y son de mayor intensidad entre niños cohibidos y tímidos.
Se pueden definir como movimientos involuntarios, de corta duración, no rítmicos, bruscos y repetitivos. Quienes los padecen sólo los pueden evitar si, cuando perciben que van a sufrir un tic, se concentran y los controlan, aunque sólo se logran detener por tiempo limitado. No obstante, otras veces no da tiempo a dominarlos.
No sabemos cuál es la causa, aunque los expertos barajan varias hipótesis, como el exceso de dopamina (sustancia química del cerebro) en el organismo o una sensibilidad a esta sustancia; también se ha esgrimido una disfunción de la transmisión nerviosa. El hecho de que tengan más incidencia en niños que en niñas hace pensar también en una posible influencia de la testosterona. Las posibles causas genéticas también han sido objeto de estudio, y mientras para unos el papel de los antecedentes familiares es muy discutido y no resulta relevante en el origen de los tics, para otros, que basan su argumentación en estudios realizados con parejas de gemelos, el papel de la herencia es importante. También se atribuyen los tics a factores ambientales y de aprendizaje, sobre todo dentro de la familia.
Lo que sí parece estar claro es que los tics se agravan en condiciones de estrés, ansiedad, fatiga, irritabilidad, y aumentan en presencia de familiares y amigos íntimos, mientras que se reducen al realizar actividades absorbentes que no producen ansiedad. Se puede decir que los tics aumentan con el estrés, disminuyen con la relajación y desaparecen durante el sueño.
¿Tu hijo tiene tics? Si es así te aconsejamos que no le riñas. Intenta tranquilizarle y si pregunta sobre el tema evita en la medida de lo posible aquello que le genere presión o tensión. Hablar con la maestra puede ser una buena idea para evitar las risas de los compañeros.
Muchas veces, cuando los padres no prestan especial atención a los tics y los consideran como algo normal y pasajero, la evolución suele ser buena cesan sin dejar secuelas. Lo habitual es que desaparezcan durante la adolescencia.
Es preferible no medicalizar el problema del niño, ya que se considera contraproducente todo lo que le lleve a prestar atención a sus tics.
Si el tema afecta a los estudios, persiste en el tiempo, afecta a partes del cuerpo que no son las habituales (cabeza, cara y hombros) o van acompañados de tos, entonces sí debes acudir a un especialista.
La mayoría de los casos de tics se resuelven espontáneamente, pero en algunos casos el tratamiento especializado puede ser necesario. La medicación ataja el síntoma, pero no elimina la causa de los tics. Todo aquello que ayude al niño a relajarse y a tener un mayor autocontrol, le ayudará a superar los tics.