El baño del bebé puede convertirse en un acontecimiento intenso para ti y para tu bebé, porque bañar significa también observar, comunicar y disfrutar.
La mayoría de los padres bañan a su bebé una vez al día, pero llega el calor y… ¿por qué no hacerlo varias veces? Si tienes tiempo para ello, puede ser una buena idea para aliviarle del calor y que os divirtáis con el agua.
Ten cuidado con la temperatura, los recién nacidos son muy sensibles al agua demasiado caliente o demasiado fría. Una vez que tengas todo preparado y a mano, llena la bañera de agua y comprueba con un termómetro (solo lo necesitarás las primeras veces) que el agua está entre los 36 y los 38 grados.
Cuando cojas experiencia el codo y el sentido común serán suficientes para saber que el agua está como a tu bebé le gusta. El agua no debe estar ni muy fría ni muy caliente, esto es, lo más parecido a la temperatura corporal. Ten en cuenta, eso sí, que la piel de los bebés es más sensible al frío o al calor que la de los adultos.
Primero le tienes que lavar la cara con una manopla, sólo con agua tibia, y sin jabón. A continuación (y no al revés) puedes lavarle con jabón natural o jabón especial para bebés (¡no perfumado y sin detergentes!) el resto del cuerpo.
Fíjate durante el baño en la piel de tu hijo: ¿Qué aspecto tiene? ¿Tiene granitos? Observa sobre todo en las zonas de rozamiento de la piel: debajo de las axilas, las corvas, el cuello, el pliegue del codo, etc., donde pueden aparecer pequeñas heridas no muy graves, pero muy molestas para el bebé. Pon especial atención al secar estas zonas de pliegues, porque la humedad puede ser perjudicial para esta piel.