¿Se pueden superar las rivalidades y tener una relación profunda con los hermanos?
La fraternidad y la amistad tienen más en común de lo que se cree. Los hermanos son un regalo especial que generalmente no se aprecia mucho durante la infancia. Aunque pueden ser excelentes compañeros de juego, confidentes y cómplices en las travesuras, es muy normal que los niños se peleen y vuelvan locos a los padres. Pero esa etapa se supera. Cuando somos adultos, los tiempos y la rutina hacen que la relación sea menos cotidiana, pero no por eso menos cercana.
Los hermanos pueden volverse grandes amigos porque conocen mucho sobre nuestro carácter, aprendieron a aceptar nuestras fallas, y nos une a ellos un lazo que no se quebrará ni con la tormenta más fuerte. Pero la relación entre hermanos puede llevar una carga de conflictos no resueltos con el pasar de los años si no fue bien fomentada desde niños por el entorno familiar.
Cómo impulsar una sana amistad entre nuestros hijos? Enseñales a relacionarse positivamente. Es bueno que les muestres cómo ser solidarios, cómo cooperar y aprender a manejar el enojo en el día a día. Recordales que se necesitan dos para pelear, y que pueden disculparse con el otro cuando se equivocaron. También es bueno que aprendan maneras de llegar a un acuerdo y a aceptar que el otro puede no pensar igual. Si tenés que intervenir, tratá de no gritarles ni darles un sermón.