Las actividades corporales de un bebé están controladas por dos sistemas principales: el nervioso y el endocrino. Las glándulas endrocrinas liberan sustancias químicas en el flujo sanguíneo y circulan por el cuerpo hasta llegar a los receptores celulares, desde donde influyen en el metabolismo celular. Estas sustancias, las hormonas, intervienen en el crecimiento corporal y controlan el interior del bebé. Hoy nos vamos a centrar en la hormona del afecto.
El sistema endrocrino es muy complejo y tiene multitud de hormonas, con sus funciones correspondientes. La hormona oxitocina u hormona del afecto se forma en el hipotálamo, que la libera al sistema sanguíneo a través del lóbulo posterior de la glándula pituitaria. La glándula pituitaria, ubicada en la cabeza, libera nueve hormonas diferentes, entre ellas, las hormonas del crecimiento que estimulan la división celular y la formación de ADN y el desarrollo del cerebro, los huesos y los músculos del bebé. Continuamos con la hormona del afecto. Cuando una mujer embarazada da a luz su sistema endocrino libera oxitocina y la prepara, químicamente, para sentir afecto hacia ese bebé. El amamantamiento también libera oxitocina y crea relajación y sensaciones de apego emocional.
Ahora se ha descrito que también un neurotransmisor, que actuando en el área de las emociones (amígdala), estimula la afectividad, la generosidad, la confianza y el cariño. A nivel central, como neurotransmisor, migra desde el hipotálamo hacia la región de la amígdala (sistema límbico que controla las emociones), donde es reconocida por receptores específicos, produciendo diversos efectos emocionales.
De este modo, durante los primeros días de vida, cuanto más contacto íntimo se produzca entre la madre y el hijo, más apego emocional habrá ya que se mantienen unos niveles altos de oxitocina. Además, el bebé experimentará una reducción de las hormonas del estrés. Así, crearemos un hombre/mujer en el futuro seguro de sí mismo.