No siempre es fácil encontrar el equilibrio para que nuestros hijos disfruten de la magia de la Navidad, sin que “la gestión” de los regalos se convierta en un desmadre. ¿A quién no se le ha ido algún año el tema de las manos? Si bien es cierto que estamos en el mundo que estamos y que abstraernos del consumismo es una misión imposible, también lo es que hay pequeños gestos que podemos hacer para poner un poco de orden en el asunto, a la vez que transmitimos valores que ayudarán a nuestros hijos a ser más felices. El exceso de regalos navideños no beneficia a nadie y en el contexto de crisis resulta hasta un poco grosero.
Te propongo lo siguiente:
- Escribid una carta familiar en la que juntos penséis en alguna cosa o actividad que podáis disfrutar todos.
- Incluid un regalo que no sea material. El hecho de pensarlo ayudará a vuestros hijos a valorar las cosas verdaderamente importantes: amistad, cariño, compañía, salud, alegría… Podéis concretarlo en una excursión a algún sitio que os apetezca o una visita a alguien que os apetece ver.
- Pon un límite al número de regalos para dejar espacio al factor sorpresa. Proponles, por ejemplo, que cada uno pida solo una cosa.
- Son días en los que a todos nos apetece tener un detalle para mostrar nuestro afecto y agradecimiento hacia personas como el maestro, el médico, el portero del edificio… ¿por qué no elaboráis algún regalo vosotros mismos? Un bizcocho, una foto de vuestra familia o una postal hecha por vosotros con un bonito deseo para terminar y empezar el año tendrán éxito seguro.
- Muchas familias tendrán un presupuesto menor que otros años, pero esto puede tener un lado positivo. Convierte en regalo algo que hasta este momento no lo era. Muchos elementos de la Navidad ya son, por si solos, un regalo: el árbol de Navidad, el Belén, los turrones, etc. Si conseguimos hacérselo evidente a nuestros hijos, conseguiremos que los valoren más. ¿Y cómo lo hacemos? Con creatividad. ¿Quién ha dicho que los turrones no se pueden envolver como un regalo? El objetivo final es aprender a valorar las pequeñas cosas. A menudo, es suficiente con mostrar de una nueva manera aquello a lo que prestamos poco interés.
- Es buen momento para caer en la cuenta de la cantidad de juguetes que tenemos y no utilizamos. Seguro que en tu barrio hay algún rastrillo o iniciativa con la que se recauda fondos para alguna buena causa. Infórmate e invita a tus hijos a llevar juntos aquello que hayáis seleccionado, mientras conocéis los detalles del proyecto o el lugar donde irá destinado.
A veces nos complicamos la vida pensando que lo sofisticado gusta más, pero no siempre es así. Los niños son los primeros que valoran el tiempo compartido con sus padres, las cosas sencillas y aquello que han sido capaces de hacer por ellos mismos.