La palabra chupete en inglés «pacifier«, significa pacificador y se refiere a un objeto que tranquiliza y calma. Ese es justamente el objetivo del chupete y con ese propósito la mayoría de los padres empieza a introducir el chupete en la vida cotidiana de los bebés.
El chupete ocupa un lugar especial en el corazón de muchos niños ya que permite descargar la tensión, ofrece la compañía y aporta una gran autonomía. La boca permite al bebé no sólo conocerse a sí mismo sino también a las personas y a los objetos que le rodean. A través de ella, el pequeño se alimenta, al mismo tiempo que satisface su necesidad de afecto. Por lo tanto es normal que entre tetada y tetada, el niño necesite aplacar su hambre de amor mediante un sustituto del pecho materno: el chupete. Este objeto acabará siendo su amigo más querido, desde que nazca hasta los 2 o 3 años de edad.
A veces, los padres temen que el bebé se acostumbre al chupete, pues creen que puede ocasionar malformaciones en la boca del niño. Sin embargo, este temos es injustificado ya que cuando el pequeño deja de utilizar el chupete, las estructuras bucales aún están en periodo de crecimiento. El resultado final depende de muchos factores, del tiempo que el niño utilice el chupete, la frecuencia de esta costumbre, la predisposición genética del niño a sufror problemas de maloclusión, etc.
En cualquier caso, el chupete produce alteraciones de menor entidad que la succión del dedo. En primer lugar, porque se abandona a una edad más temprana de un modo menos frustrante y, en segundo lugar, porque la posición del chupete no afecta a los molares, mientras que los dedos sí.
Imagen: heraldo