Primer año:El peso de mi bebé (II)

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Está asustado se viene el verano, y esos rollitos….

Los primeros meses de mi bebé, su peso, sus rollitos, su crecimiento, Segunda parte, del primer año.

A medida que van crecien­do, la cuestión se complica: unos maman mal y otros no se atienen al horario que se esperaba. Como resultado, a los padres les asaltan miles de torturadoras preguntas: ‘Uo estamos alimentando bien?»; «¿Se queda con hambre?», ¿Estará sano?»…

Según la regla general, durante el primer semestre aumentan unos 600 gramos al mes y durante el primer año suelen crecer ¡25 cm! (entre los cero y los doce meses se produce el mayor índice de crecimiento de toda la vida).

Sin embargo, en la prácti­ca, la realidad depara muchas sorpresas: a veces, los niños aumentan 350 gramos en sólo siete días y los siete siguientes se plantan en 100 (y es entonces cuando suele saltar algún familiar con el comentario de que la mamá ya no tiene leche).

Ahora bien, en contra de la opinión de parientes y veci­nas, la producción láctea no tiene nada que ver con estas oscilaciones. Lo que sucede es que los chiquitos no engor­dan de forma constante, sino con altibajos (de ahí que se recomiende pesarlos una vez al mes y no por semanas). Así que no hay que preocu­parse. Mientras el pediatra observe una evolución posi­tiva de los kilos y el bebé no baje de peso ni se estanque permanentemente, los papás pueden dormir tranquilos (si el bebé los deja, claro).

Veamos ahora otro proble­ma habitual: cuando el pequeño mama de forma desordena­da (y la madre se desespe­ra). Aquí es necesario tener calma; la cuestion puede tener solución si cambiamos nuestra forma de proceder: los especialistas aconsejan ofrecer la teta a demanda y permitir que el bebé la suelte cuando él decida. Si a pesar de todo persisten las dificultades, siempre pode­mos preguntar al pediatra o a algún grupo de apoyo a la lactancia.

Las mamaderas también provocan algunas dificul­tades: a veces los bebés no quieren terminarlas y, en este caso, es mejor no forzarlos a hacerlo: ellos paran cuando están saciados. Respecto de la preparación, hay que respetar al pie de la letra las indicacio­nes del envase. Resulta con­traproducente pasarnos con el agua o la leche en polvo porque corremos el riesgo de que el bebé ingiera una cantidad de grasas, proteínas, etc., inadecuada para su orga­nismo o se alimente de forma insuficiente.

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