Mi hijo tiene un amigo imaginario

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Entre otras manifestaciones normales de la fantasía infantil, algunos chicos se crean un amigo imaginario con quién comparten juegos y con el que hablan sobre los sucesos del día. Puede ser el osito o la muñeca, pero también un personaje totalmente inmaterial.

EL AMIGO IMAGINARIO CUMPLE UNA FUNCIÓN:

Estudios realizados señalan que los chicos en edad preescolar tienen, en algún momento, uno de estos amigos invisibles. Alcanzan su apogeo entre los tres y los cinco años (la edad mágica) y desaparecen cuando baja la tensión correspondiente a esa etapa evolutiva.

Cumplen muchas funciones. Por ejemplo, le dan al niño un sentimiento de poder y control (puede mandar sobre ellos); están disponibles cuando no hay con quién jugar y, además, puede echarles la culpa de sus travesuras.

Los niños distinguen bastante bien el carácter imaginario de estos personales, aunque insistan en su existencia real, en el fondo saben que son productos de su fantasía.

NO HAY QUE BURLARSE DE ÉL:

No hay que ridiculizar al pequeño ni decirle que miente sino mostrarse respetuoso. Podemos entrar un poco en el juego pero sin llevarlo demasiado lejos: no es necesario hacerle sentir que nos creemos todo, una cosa es la fantasía y otra la realidad. El sabe que está jugando a como si ese amigo existiese.

Establecemos así una complicidad y le permitimos que desarrolle el saludable ejercicio de entrar y salir de la fantasía. No obstante, si el chico se pasa todo el día sumido en sus fantasías o las vive muy intensamente, podríamos pensar que le cuesta adaptarse a la realidad. Habría que preguntarle que circunstancias se la hacen desagradable y lo impulsan a refugiarse en un mundo ficticio.

LA REALIDAD ESTÁ AHÍ:

Es importante ayudarlo a asomarse a lo real: enseñarle a hacer cosas (asegurándole algunos éxitos), darle la posibilidad de que se haga de amigos y pasar mucho tiempo con él, jugando conversando y respondiendo a sus preguntas.

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