¿Cómo retirarla? ¿De un día para otro? No, nunca. Para algunos la mamadera, es importantísima: los reconforta como un chupete y los hace sentirse seguros y protegidos. Además, también puede ser una compañera de juegos: mordisquean la tetina, la agitan, la hacen rodar… y algunos llegan incluso a abrazarla para dormir.
En definitiva. ¿cómo le vamos a arrebatar semejante tesoro de la noche a la mañana? Estas son las pautas que hay que seguir para que dejar la mamadera no se convierta en una misión imposible.
–Cuanto antes. Lo ideal es emprender el proceso antes de que cumpla el año. No pasa nada por retrasarlo un poco, pero no debería pasar más allá de los trece meses sin probar las maravillas de la taza.
–Poco a poco. Le podemos ir dando vasos y tazas desde los siete meses y combinarlos con la «mema». Después, sacamos la mamadera del mediodía, luego la de la tarde, más adelante la de la noche… Los primeros vasos pueden estar incluso vacíos. Se trata de que el pequeño investigue, de que se familiarice con la taza y los cubiertos.
–Sin presión. No podemos esperar que beba de la taza sin derramar ni una gota, ni que maneje la cuchara como si fuera un entrenado comensal. No pasa nada porque la primera vez que le demos algo en vaso lo escupa. No está acostumbrado, eso es todo.
–Divertido. Para ellos, la vida es un juego. Así que dejar la mamadera también puede (y debe) serlo. Jugar a hacer como que bebemos, dándonos muchísima importancia y saboreando el contenido imaginario le hará morirse de risa. «Hummin, qué rica está la leche de este vaso», dirá papá. «Vamos a darle un poquito a mamá».
–Con su consentimiento. Comprarle un vaso o taza divertidos, de su gusto, con dibujitos de muchos colores puede motivarlo. También le suele gustar tener los mismos cubiertos que su hermano mayor, por ejemplo.