La piel del bebé puede mostrar señales de su reciente hazaña, el nacimiento. Entre ellas, destacan unas marcas rojas en la cabeza y el cuello, denominadas “besos de ángel”, que son diminutos vasos sanguíneos visibles. Todas estas marchan comenzarán a desaparecer una vez el cuerpo se recupere de la experiencia de nacer y el bebé se adapta a la vida fuera del útero materno.
También podemos observar el llamado “efecto arlequín”, donde la mitad del cuerpo permanece enrojecida mientras que la otra mitad puede estar pálida. Esta reacción la causan las variaciones en el diámetro de los vasos sanguíneos y en general se soluciona cuando el bebé cambia de postura o de temperatura.
La aparición de manchas en la piel también es habitual en los primeros días de vida, debido a la inmadurez del sistema circulatorio. La presión ejercida sobre el bebé durante el parto provoca la hinchazón de los párpados, de la que se recuperará en cuestión de días. También puede parecer que el bebé sea bizco, pero este hecho desaparecerá durante los primeros meses.
En el caso de que el niño nazca por cesárea, su cuerpo no mostrará marca alguna por la compresión ni su cráneo se deformará. Pero algunas investigaciones demuestran que los bebés nacidos por cesárea son más propensos a sufrir alteraciones respiratorias, ya que se cree que no experimentan ciertos cambios psicológicos y hormonales que se producen durante el parto.
También puede ocurrir que el bebé libere algo de leche por sus pezones. Esto se debe a los altos niveles de hormonas maternas que se filtran por la placenta durante el embarazo y permanecen en el sistema del bebé durante los días posteriores al parto. Esto suele ocurrir en 5 de cada 100 bebés y desaparece espontáneamente en pocas semanas.