En realidad no existe ningún manual de instrucciones para poder acabar con estas noches de insomnio, después de haber tenido un bebé. Tampoco hay una receta mágica que enseñe a tu hijo a dormir. Sólo se oyen consejos por parte de familiares y amigos. Pero estos consejos no llevan a nada y a medida que van pasando los días van aumentando tus ojeras. Cómo lograr que los niños se vayan a la cama temprano y duerman de un tirón toda la noche es lo que plantea el libro «Duérmete, niño» del Dr.Estivill, un manual con instrucciones precisas para que los niños adquieran el hábito de dormir, que se ha convertido en bestseller entre papás primerizos.
Los niños necesitan adquirir hábitos. Les sirve para su desarrollo, su salud física y mental. Uno de esos hábitos es el sueño. La mayoría de los padres ayuda a sus hijos a que esto ocurra en forma normal, pero hay distorsiones bastante frecuentes. La principal es el horario. Los adultos no deben acomodar el horario de los hijos al de ellos, sino que deben respetar el ritmo de los niños. Cuando se acuesta tarde, el niño no cumple con las horas de sueño necesarias para su crecimiento y desarrollo. Además, al dormir poco se levanta cansado al día siguiente y pierde parte de sus capacidades. El niño tiene que dormir ciertas horas, dependiendo de la edad. Unas 11 horas el lactante, 9 los escolares y 8 mínimo el adolescentes. Entre las 20:30 y las 21 horas es un horario conveniente para ir a la cama.
Para conciliar el sueño, el niño debe aprender a desconectarse de los estímulos diurnos y tranquilizarse. El sueño es algo biológico y no se puede forzar, pero sí se puede forzar la preparación para que éste llegue. Según algunos especialistas, la metodología propuesta por «Duérmete, niño», que incluye una serie de instrucciones precisas, se puede adaptar siempre que se cumpla un importante principio: el niño debe dormir en su propia cama desde los tres meses. Los papás deben mostrarse muy seguros en enseñarle a quedarse tranquilo esperando que le llegue el sueño y no deben angustiarse. También los niños pueden tener elementos externos en los cuales apoyarse, como un osito de peluche o el chupete.
Las razones para que el niño duerma en su propia cama son varias:
- Estando en la misma cama de sus padres, el bebé puede sufrir un accidente.
- El sueño del niño puede verse más interrumpido al tener una persona de mayor volumen al lado, por lo que no logra descansar lo necesario.
- Los padres sienten más los pequeños ruiditos o movimientos que hace el hijo y pueden llegar a despertarlo cuando no lo necesita.
Ante los miedos hay que averiguar qué pasa, descubrir a qué le teme el niño y por qué aprendió ese miedo. Si es algo simple, ayudarle a manejarlo y enfrentarlo. A los más chicos se les puede apoyar con un juguete o enseñarles a usar sus poderes mágicos para echar ese miedo. Es común que los niños usen todo tipo de estrategias para retrasar la hora de irse a la cama: pedir agua, reclamar porque tienen calor, frío o les molesta la ropa… Hay que tener claridad y seguridad para manejar estas estrategias.