Los padres tienen poder sobre sus hijos. Y ante situaciones en que ven frustrados sus anhelos para ellos, vienen frases hirientes nacidas de la desilusión generada. Y así empieza el peligro. El pequeño empieza de acuerdo a lo que quieren los otros y no según sus necesidades y de esta forma puede no desarrollar sus capacidades.
En 1973 cuatro empleados de un banco en Estocolmo (Suecia) fueron tomados como rehenes por dos asaltantes. Encerrados con sus captores en la bóveda del banco durante seis días, los cuatro cautivos desarrollaron una afinidad tal con los dos criminales que se resistieron a los intentos de ser liberados.
Desde entonces, el fenómeno psicológico del secuestrado que toma partido con su secuestrador se conoce como el Síndrome de Estocolmo. El mismo sucede en situaciones de desventaja ó de fuerza, se produce cuando la persona se identifica con el otro.
Dicha reacción tapa sentimientos de dolor, rabia, miedo ó impotencia.Los expertos en comportamiento humano sostienen que el Síndrome de Estocolmo no es otra cosa que la búsqueda desesperada de una forma de sobrevivir ante una situación difícil. La psicoanalista Anna Freud, hija del padre del psicoanálisis creó el término “identificación con el agresor”.
Por ejemplo el niño que es maltratado ó burlado, se identifica con ese estilo y lo copia, maltrata a otros compañeros y cuando crece reproduce con sus hijos u otras personas el mismo estilo de trato. Su pensamiento es “si me pegan es porque soy malo, me lo merezco, no soy digno de buen trato”.