Los dientes del bebé empiezan a desarrollarse cuando él está en el útero de la mamá. Cuando el niño ha cumplido los seis meses de vida, empiezan a aparecer los primeros dientes y es cuando empezamos a añadir más alimentos a la dieta del pequeño. Después, cuando cumple de siete a once meses, aparecen los incisivos laterales. A los dieciseis meses los primeros molares, colmillos… y finalmente crecerán los segundos molares. Cuando el niño cumple dos años, suele tener los dientes totalmente desarrollados. A los siete años de edad, aproximádamente, empiezan a caerse los dientes de leche para sustituir los dientes de adultos.
La dentura es la única parte del cuerpo humano que no se repara por sí misma. Aunque el esmalte dental es la sustancias más resistente del cuerpo, tiende a sufrir los ataques de ácido y azúcares de algunos alimentos que comemos. La saliva, reduce los efectos de las sustancias dañinas. Además, ayuda a tener la boca limpia y libre de residuos. Mientras algunos bebés desarrollan todos sus dientes con pocas molestias, otros sufren dolor. En esta etapa del crecimiento de dientes, los niños están sonrojados, destemplados, con las encias inflamadas… Los bebés, ante esto, suelen masticar todo lo que ven. Además, suelen sentirse afligidos y lloran por el dolor. Por otro lado, otros bebés, no sienten dolor ninguno.
Algo muy curioso que quizá no sabréis: algunos bebés, al nacer, presentan un diente natal, un único diente que emerge de la boca. Dicho diente en la mayoría de ocasiones se suelen quitar por un dentista ya que puede perjudicar en la alimentación del niño, tanto de biberón como en la lactancia. Si se deja en su lugar, puede dañar fácilmente la boca del bebé o desprenderse y aspirarse. Por ello, se debe recomendar a un médico.
Imagen: siempre mama