Hoy en día los especialistas hablan de Inteligencias Personales y de Inteligencias Emocionales, temas investigados entre las décadas del 80 y del 90. Hoy es indiscutible la importancia de las habilidades emocionales y su comparación con las destrezas intelectuales y laborales. Un emprendimiento empresarial, por ejemplo, puede fracasar si no se hace un buen manejo de las relaciones humanas.
De la misma manera, se observa que algunos niños que se muestran muy precoces para aprender a hablar, a caminar, u otros aprendizajes formales o educativos, no logran ser felices, estar contentos, ni tener buenos amigos. Otros tienen gran dificultad a la hora de manejar sus frustraciones, sus fracasos o sus errores. Hay niños cuya actitud no les permite disculpar a otros, compadecerse o ser solidarios.
De allí la importancia de que los padres sean conocedores de las habilidades que pueden estimular en sus pequeños, a la vez que puedan ocuparse de manejar estas habilidades en sí mismos y con los otros miembros de la familia. Porque hay algo que no ha cambiado con las últimas investigaciones: EL EJEMPLO sigue siendo el mejor educador.
Los padres o las personas que educan al niño son el ejemplo en el que los niños se ven, ya sea consciente o inconscientemente. Por amor a ellos, tenemos la obligación de ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, conservando nuestra autoridad moral.