Cómo responder a sus preguntas, a los niños pequeños no les gustan los grandes discursos ni las largas explicaciones. Prefieren descubrir por ellos mismos lo que desafía curiosidad. A partir de los tres años, para reunir toda la información que necesitan, usan los porqués como una vía de aprendizaje natural que les permite, además, poner en marcha sus habilidades lingüísticas. Pero, ¿hay que dar todas las respuestas?.
Realmente, cuando un niño pregunta por qué, no siempre está buscando una causa. A los tres años ya saben que las acciones siguen un cierto orden y son muy hábiles en saber cuándo y cómo hacer lo que desean. En la mayoría de los casos, los porque no tienen una única lectura. A veces, se trata de un juego para ver cómo reacciona el adulto.
En otras ocasiones, para poner en práctica sus habilidades lingüísticas o para comprobar si los padres le dicen algo parecido a lo que él piensa. Así, si un niño pregunta por qué las montañas son tan altas, cualquier explicación que contradiga su idea de que las hizo un gigante tal vez ni la escuche, aunque lo haya preguntando cientos de veces.
Claro que no hay que olvidar que, cuando pregunta tanto es porque considera que sus padres lo saben todo, por lo que con cada respuesta consiguen también una mayor dosis de seguridad. Mediante las respuestas que consiguen los niños con sus porqués descubren también la disponibilidad de otras personas hacia ellos, qué cosas están permitidas y cuáles no.