Hay ciertos métodos, que a veces usamos para enseñar o castigar a nuestros hijos que transmiten mensajes que no deseamos:
La mejor manera de transmitir valores y límites a los hijos es enseñar con el ejemplo, dialogar mucho con ellos y elogiarlos cuando hacen las cosas bien. Pero a veces, en nuestro afán de poner limites, utilizamos como moneda de cambio actividades que siempre, siempre, deberían tener una connotación positiva. El riesgo es que el niño las asocie con algo a evitar, una carga. El castigo con el que pretendíamos educarlo se vuelve contraproducente y le enseña cosas que, en realidad, no queríamos inculcarle.
Comer, dormir o leer son actividades positivas y necesarias. Utilizarlas para castigar al niño no sólo no enseña, sino que los puede perjudicar. ¡Cuidado con los chantajes!
Te detallamos algunos ejemplos:
1. Sí no vas a comer el pollo, no habrá helado
Este tipo de castigo merece una reflexión atenta. Sin intención de castigar, y aunque sepamos que usar la comida como premio o castigo puede ser un factor desencadenante de trastornos alimenticios en el futuro, muchos padres caemos en el error de decir frases como «si no hay ganas para las arvejas, tampoco para el flan».
En esta situación el niño pensará: «Tengo que tragarme las arvejas para poder comer el flan. Así que el flan debe ser lo más rico del mundo, ya que me lo dan como premio por comerme esto otro, que debe ser horrible». Estamos empleando la comida como moneda de cambio y, lo que es peor, dando el valor positivo al alimento más cargado de azúcar. Nadie ha castigado nunca a un niño a terminarse las papas fritas para conseguir que lo dejen comer la merluza. Eso sí, después nos sorprendemos de que el pequeño quiera alimentarse a base de dulces y fideos.
Solución o consejo:
No utilizar jamás la comida como moneda de cambio. Ni como premio —Si te portás bien, te compro un huevo de chocolate—, ni como castigo 0 —«¿ No vas comerla coliflor? Entonces te la vasa a comer de meriencla—. La forma de que un niño coma sano y pruebe de todo es seguir toda la familia una dieta equilibrada y dejarle libertad para rechazar lo que no le guste. Si le metemos en la boca a la fuerza un trozo de pollo, difícilmente le gustará. Pero si ve que nosotros lo disfrutamos, quizá lo pruebe, 0 no, y es muy respetable.