Aunque la mayoría de los partos se desarrollan sin problemas, a veces se producen imprevistos. Afortunadamente, en las maternidades, los profesionales cuentan con numerosos medios técnicos para resolver cualquiera de estas situaciones sin poner en riesgo la vida ni la salud del recién nacido.
1. RIESGO DE PÉRDIDA DEL BIENESTAR FETAL:
Con este término se engloban las situaciones en las que, por diversas causas, la criatura tiene dificultades para tolerar lo que queda del parto.
Los profesionales lo detectan gracias a la monitorización fetal, que evalúa la frecuencia cardíaca fetal y sus variaciones a lo largo del trabajo de parto. Algunos tipos de bradicardia (frecuencia por debajo de lo normal) y de taquicardia (frecuencia por encima de lo normal) pueden indicar que el bebé está agotando sus reservas de oxígeno y nutrientes. Para corroborar el diagnóstico, se realiza (en situación de excepción) una gota de sangre del cuero cabelludo del bebé y analizar ciertos parámetros que indican su nivel de oxigenación.
Hay múltiples causas por las que puede producirse una pérdida de bienestar, como la aparición de fiebre materna en el parto, el exceso de contracciones uterinas o que el cordón se enrolle en torno del bebé. En cada caso, el obstetra decidirá si es mejor terminar el parto lo antes posible o hacer una cesárea, o si el proceso puede continuar con una vigilancia más exhaustiva.
2. PROLAPSO DE CORDÓN:
Durante la dilatación, y una vez que ya se ha roto bolsa, el cordón umbilical sobresale por fuera del cuello del útero y por delante de la cabeza del bebé.
La presión de la cabeza sobre el cordón puede interrumpir por completo el flujo sanguíneo que llega al bebé y producirle una falta importante de oxígeno y nutrientes. En el monitor fetal se aprecia que el corazón del bebé late muy despacio. Se trata de una situación de extrema urgencia, por lo que es necesario practicar una cesárea urgente para hacer nacer al chiquito.