Buenos días a todos, hoy os dejo con la segunda parte de este cuento tan encantador.
La Ratita presumida es todo un clásico de los cuentos infantiles. Espero que os esté gustando.
Aquí os dejo esta estupenda versión, del cuento para niños, de la Ratita presumida!
Poco después se cruzó con un perro cazador. Cuando vio la ratita, tan elegante, pensó que sería una buena compañera para las cacerías. ¡Así tendría alguien con quien hablar!
– Pero ¿tendré que correr contigo por el campo persiguiendo conejos? Eso debe ser de lo más agotador. ¡Ni hablar!
Al ratito apareció por ahí un precioso gato blanco. Al igual que la ratita, aquel gato tenía los bigotes bien estirados, y la ratita enseguida se sintió interesado por él. Le contó que estaba buscando un trabajo y le preguntó si podía colaborar con él.
– Claro que sí.
– Pero tu trabajo no será tan agotador como el del perro cazador.
– ¡Qué va! Yo no corro nunca demasiado, prefiero quedarme tumbado y que me hagan caricias.
Al oír aquello, la ratita abrió los ojos de par en par: ¡con lo que le gustaba a ella que le acariciaran la barriga! El gato también había abierto mucho los ojos y se acercaba cada vez más a la pequeña ratita.
– Pero, ¿no tendrás que madrugar mucho? Acabo de hablar con el gallo y tiene que despertarse prontísimo.
– ¡Qué va! Si me despierto pronto me doy la vuelta y sigo durmiendo.
La ratita cada vez estaba más contenta. Tan contenta estaba, que no se daba cuenta de lo cerca que estaba el gato (cada vez más y más) y de cómo se relamía de gusto. Cuando estaba a punto de aceptar ese nuevo trabajo, a la ratita presumida le entró una duda.
– Todo lo que me has contado está muy bien, pero ¿a qué te dedicas exactamente?
En ese momento, el gato se abalanzó hacia ella y gritó:
– ¡A cazar ratas y ratones como tú!
Cuando la ratita presumida se dio cuenta de las intenciones del gato era ya demasiado tarde. El enorme felino la tenía bien agarrado con sus uñas. Pero en ese momento, llegó el perro cazador, que había estado atento a la conversación y asustó al gato, que salió huyendo soltando a la ratita presumida. ¡Menos mal!
Cuando la ratita volvió a casa, todo el mundo en el bosque conocía su historia. También su mamá, que mitad aliviada, mitad enfadada, la recibió en casa.
– Todo te ha pasado por ser tan comodona y presumida – le reprendió la mamá – ¿cuándo te harás una ratita de provecho?
La ratita presumida no dijo nada. Había aprendido una buena lección…
Autor: María Bautista
FIN
Foto: zeobit