Tener un amigo imaginario a la edad de 3-4 años no es preocupante; al contrario, es síntoma de que la pequeña goza de gran imaginación. Esta invención es más habitual en hijos únicos o en chicos muy inteligentes. Este tipo de “amigo” favorece la comunicación y el desarrollo emocional del pequeño: con él puede entrenar situaciones que observa en la vida real, y de manera inconsciente va adquiriendo experiencia para interactuar con todo tipo de personajes y resolver conflictos.
También le sirve para expresar los sentimientos, necesidades o estados de ánimos que no se atreve a exteriorizar, como la angustia, el miedo, la rabia o la envidia. Es más, su “amigo” le da seguridad y por eso, a veces, lo utiliza para hacer cosas que pueden entrañar riesgo o que no se atreve a hacer por sí misma. Esta es la razón de que se refugie en él cuando se encuentra en una situación a la que teme enfrentarse, como un reto si ha hecho algo malo.
Por lo tanto, si la observan cuando habla o juega con su “amigo”, descubrirán mejor las necesidades y temores de su hija para poder brindarle apoyo cuando lo precise. Por otro lado, para que la pequeña vaya tomando un mayor contacto con la realidad, traten de estimular el juego con otros chicos, pero sin que por ello pierda su capacidad para imaginar y crear.