Educar es enseñar, guiar a alguien para que aprenda o haga algo. En el caso de nuestros hijos el motivo fundamental será facilitarles un futuro acorde a sus posibilidades y lo más beneficioso posible.
Edúcalo con naturalidad: Para ello recurre al apoyo y a la comprensión, pero también a la exigencia:
- No es aconsejable idealizar a nuestros hijos. A pesar de ser los mejores para nosotros, debemos intentar que se desarrollen adecuadamente. Idealizarlos es frenar estas expectativas.
- Debemos intentar que alcancen al máximo los objetivos marcados en la vida. Si lo hacen bien, debes permiarlos y elogiarlos, pero, si fallan, hay que regañarles, pero siempre en su justa medida.
- Hay que buscar su equilibrio mental y emocional, pero sin ser permisivos. De lo contrario, se volverán unos tiranos en el ámbito familiar y social.
Llega un momento de la vida del niño en que el matiz más insospechado, por muy mínimo que parezca les resulta interesante. Primero quieren observar y después experimentar y comprobar todo lo que huelen, lo que ven y lo que tocan.
Ayúdale a crecer: No te pierdas esos momentos tan interesantes y, con frecuencia, inolvidables:
- Acompáñale en sus nuevos descubrimientos, en las cosas que le rodean y que llaman poderosamente su atención.
- Bríndale la oportunidad de ser participe de todo lo que le rodea y que formará parte de su proceso madurativo.
- Elegid nuevos juegos, amigos y vivencias, y procura que sean interesantes y le aporten algo.
- Implícate con él en sus andanzas, pero siempre respetando su propio espacio vital.