Muchos bebés aprenden a moverse a cuatro patas hacia el octavo o noveno mes de vida. Sin embargo, esta habilidad precisa de un aprendizaje y ensayo progresivo.

En un principio, el bebé comienza a reptar sobre su tripita para, más tarde, ir levantándola para apoyarse sobre sus brazos y rodillas, primero despacio y, más adelante, con gran agilidad y energía. Unos lo hacen hacia atrás, ya que tienen más fuerza en las manos que en las rodillas; otros, se arrastran con su culete; y otros, se apoyan sobre una de las dos piernas. Sea de la manera que sea, estos indicadores de gateo son totalmente normales.

Respecto al período de gateo comentaremos que lo normal es que comience a los ocho o diez meses, sin eludir a los más precoces (hacia el sexto mes de vida) y a los más tardíos (alrededor del año). La duración de este período es de unos tres meses. En un principio, se desplazará fijando cada paso, culminando dicho movimiento con gran soltura y rapidez. No obstante, cuando comienzan a caminar, abandonan el gateo. Primero, prefieren tirarse en el suelo para alcanzar los elementos que conforman su entorno, así se mueven más rápido; pero, en el momento que se sienten seguros en sus traslados, lo abandonan.

Bebé gateando en la playa

Pero, según lo dicho anteriormente, ¿podemos ayudar al niño a gatear? La respuesta es sí. Consideramos que gatear no es imprescindible en su desarrollo psicomotor, pero es muy importante que le brindemos la oportunidad de hacerlo. Es muy beneficioso que le dejemos en el suelo, sobre una alfombra o una manta para que haga el intento de incorporarse sobre sus manos y piernas.

Nota: podemos estimular el desarrollo psicomotriz del bebé, colocándole juguetes o elementos atrayentes a cierta distancia, así, propiciaremos su movimiento hacia él, de la mejor manera que le resulte. Sin ponerle impedimentos o entorpecer su marcha.

Y, ¿le reporta algún beneficio? No nos debemos de preocupar si nuestro hijo para directamente de estar sentado a incorporarse para, de esta manera, desplazarse agarrándose al mobiliario que tenga a su alrededor pretendiendo caminar. No obstante, no podemos eludir cómo el gateo favorece muchísimo la flexibilidad y fortaleza de su columna vertebral, piernas y brazos; cómo propicia favorablemente la coordinación motriz; cómo empieza a ser conocedor de su entorno gracias al control sobre sus movimientos; y, muy importante, cómo tiene conocimiento de su propio esquema corporal, en el que cada elemento es integrante de un todo que constituye su cuerpo.

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