La hernia umbilical es un orificio que queda en los músculos del abdomen después de la caída del cordón umbilical. En la mayoría de los casos, desaparecen en los primeros dos años de vida. Durante la gestación la madre cumple las funciones circulatoria, nutricional y excretora de su bebé, enviándole a través del cordón umbilical sangre oxigenada y nutrientes y recogiendo sangre no oxigenada y productos de su metabolismo. El cordón umbilical será cortado por el obstetra y ligado por medio de una pinza plástica por el pediatra, justo después del nacimiento.
Posteriormente el cordón umbilical se seca y cae, aproximadamente entre la primera y segunda semanas de vida, dejando en el abdomen la cicatriz umbilical, que conocemos como ombligo. En los primeros días de vida algunos niños presentan sangramientos a través del ombligo, lo que se considera normal y no requiere tratamiento.
En la mayoría de los casos, las hernias del recién nacido miden menos de un centímetro de diámetro y su tendencia natural es hacia el cierre progresivo y espontáneo, lo que ocurre generalmente en el transcurso de los primeros dos años de vida, de manera que a esa edad, la mayoría de las hernias umbilicales ya se han cerrado. Cuando el niño con hernia realiza un esfuerzo, se puede ver un abultamiento a nivel umbilical, que corresponde a la salida del contenido abdominal a través de dicho orificio y que muchas personas llaman equivocadamente hernia. Cuando termina el esfuerzo, el contenido abdominal se vuelve a introducir y el abultamiento desaparece.
En muchos países es tradicional el uso de fajas a la altura del ombligo, para favorecer el cierre del anillo umbilical y así evitar la aparición de hernias. Sin embargo esto no es correcto y lo que se logra es tapar el problema. Además, cuando la faja está muy apretada y comprime el abdomen, ocasiona problemas al bebé, como infecciones de la piel, dificultad para la digestión, cólicos y eventualmente náusea o vómitos.
El pediatra le indicará cómo solucionar este problema.
Imagen: dermatlas