Pueden convertirse en el compañero de juegos que le sigue a todas partes. Cada uno de ellos le ofrece una complicidad especial y pueden aprender a querer a los animales.
Uno distinto para cada personalidad:
–Animales de granja y domésticos: Terneros, conejos, perros o gatos suelen ser los elegidos por los niños más tranquilos, que juegan sileciosamente. Así, dan rienda suelta a su ternura y sentimientos de protección.
–Animales «peligrosos»: es un niño valientes, pero con los tiburones, tarántulas o serpientes aprende a conjurar algunos de sus miedos, no siempre relacionados con los animales.
–Animales salvajes: El niño movido y lleno de energía elige el caballo más veloz, el dinosaurios más terrorpifico o el león más astuto. Así muestra sus ansías de autonomía y libertad.