Te explicamos los obstáculos con los que puedes topar en tu carrera hacia una lactancia perfecta y te enseñamos a resolverlos:
CONGESTIÓN:
Entre dos y cinco días después de dar a luz, sube la leche. Tus senos estarán calientes, hinchados y te molestarán; puede que a tu bebé le cueste agarrarse. La cosa suele mejorar en 24 horas, pero poner a tu hijo al pecho con frecuencia es lo que más ayuda.
Es bueno poner encima paños calientes justo antes de cada tetada y me fueron bien. Así la leche fluía mejor, los pezones estaban más blandos y mi hijo se agarraba más fácilmente.
PEZONES IRRITADOS:
La principal razón de esta irritación es que tu hijo no se está agarrando bien y eso le dificulta la lactancia. Para aliviar el dolor, intenta exprimirte un poquito de leche después de cada mamada y frótala suavemente sobre el pezón: ¡tiene unas propiedades antiinfecciosas excelentes! Es bueno impregnar bolitas de algodón en agua fría y ponerlas sobre los pezones.
CONDUCTOS BLOQUEADOS:
Si tienes este problema, notarás como un bulto o una zona del pecho dura y enrojecida, que sobresale. No dejes de ofrecerle a tu bebé el pecho afectado y masajea el bulto en dirección al pezón mientras estés amamantando.
HONGOS:
La candidiasis es una infección por hongos que puede irritar los pezones pero no es demasiado frecuente. Eso sí, puede provocar dolores muy agudos, como punzadas. Es posible que a tu bebé le salgan placas blanquecidas en la lengua o en la boca. Consulta a tu ginecólogo o pediatra; te pondrán un tratamiento antifúngico.
MASTITIS:
Si desgraciadamente llegas a desarrollar una mastitis, te sentirás como si tuvieras la gripe, puede que te suba la fiebre y notes un gran malestar en las mamas. Procura descansar y beber muchos líquidos. Es muy importante que no dejes de amamantar a tu hijo, porque interrumpir la lactancia puede empeorar tu situación. La mastitis suele ser consecuencia de un drenaje insuficiente dentro del pecho. Consulta a tu médico porque quizá necesites antibióticos.