Cuando nuestro niño cumple los tres años comienzan las primeras preguntas. A esa edad, ya han tocado, chupado y golpeado todo lo de su alrededor y ahora necesitan una explicación del mundo. Para que le expliquen todas sus dudas recurrirá a sus papás ya que son las personas en las que más confía. Tu hijo no necesita respuestas muy largas, complicadas y elaboradas sino aquellas respuestas fáciles y simples que lo ayuden a comprender sus dudas.
Tu hijo necesita que lo ayudes a comprender su entorno, no que se lo transformes en algo que lo asuste o le resulte menos comprensible que antes de su pregunta. Debes explicarle la verdad, de manera fácil y con ejemplos para que lo entienda. Cuando tu respuesta es veraz, concisa y tu niño ha satisfecho su curiosidad no necesita más preguntas hasta su próxima duda. Sólo debes responder a su duda; ni más ni menos. En el caso que siga y siga y siga preguntando, es probable que no esté entendiendo tu respuesta. Por ello, vuelve a explicárselo.
No sólo es importante que contestes con la verdad, sino que debe ser también acorde al vocabulario del que dispone tu hijo y a su capacidad de comprensión. Además de servirle para saciar su curiosidad, con estas preguntas tu hijo está ensayando técnicas comunicativas: uno habla y otro escucha, y a respetar los turnos de la comunicación. No te desesperes si crees que no te ha escuchado. El mensaje que le trasmites no es el principal foco de interés para ellos, sino el simple acto de hablar con mamá o papá.