Los niños hacen preguntas para ahuyentar temores cómo por ejemplo, si un pequeño pregunta: “¿Por qué muerde el perro? ¿Por qué mueve la cola? ¿Por qué ladra?. Posiblemente tantos cuestionamientos no tengan que ver con la causa real, sino con el temor a los animales. Sus miedos, a menudo giran en torno a lo que ven en la televisión y a lo que imagina con los cuentos.
Hay que tener en cuenta que la apertura al mundo conlleva, a menudo, temores relacionados con aquellos que les impacta o los excita, como los sonidos fuertes, la oscuridad, la sirena de los bomberos o el ladrido de un perro. Un abrazo por parte de alguien que ellos quieren o una muestra de algo que han hecho bien con anterioridad suele calmarlos, pero ello no quita que estén durante horas con el temor y con los “por qué” en la boca, en relación con el objeto que les da miedo.
Una de las cosas positivas de estos ¿por que?, es un entrenamiento verbal que ayudará a que su vocabulario vaya en aumento (pueden utilizar correctamente hasta más de mil palabras) lo que también posibilita que usen los vocablos como nexo de unión entre el mundo que les rodea y sus necesidades. Los niños no paran de preguntar el porqué de todas las cosas, y son exigentes a la hora de conseguir respuestas.
Cuando los niños repiten un mismo “por qué” no se trata, sin embargo, de que se hayan complotado contra nadie, sino que, a medida que los repiten y escuchan una y otra vez la misma respuesta, van entendiendo alguna información que para ellos es aún muy compleja. A partir de los tres años, son más un juego social, una forma de ver hasta dónde despiertan interés en otras personas, hasta donde son aceptados.