A lo largo del embarazo, se producen una serie de cambios en la mente de la mujer, vinculados de manera directa a las alteraciones físicas y de carácter social.
Así pues, anotamos los tres ámbitos que rodean al prodigio de la maternidad: psicológico, físico y social.
La consciencia de la mujer gestante, percibe tres realidades planteadas de distinta forma:
a. La formación de un nuevo ser, donde juega un papel muy importante la adaptación psíquica a la nueva situación, los tipos de personalidad y los trastornos emocionales.
b. Relevantes alteraciones biológicas que modifican su cuerpo estética y médicamente. Aquí intervienen los cambios hormonales y los cambios físicos.
c. Y, un cambio muy importante en su rol social. En este apartado están incluídas las posibles carencias afectivas (del marido o pareja, del entorno familiar) e, incluso, materiales.
Es por ello, por lo que el hecho psicológico primordial es que la mujer embarazada es «consciente» de su estado y, sin que parezca una obviedad, este hecho, desencadena todos los demás:
La mujer toma conciencia de su capacidad para engendrar, es conocedora de las relaciones sexuales como causa de la procreación y que la amenorrea es el indicador del embarazo (a diferencia del resto de las especies animales). No obstante, también sabe que todo esto conduce al parto, un acto cargado de muchísimos calificativos y miles de peculiaridades; un hecho, a su vez, tan trascendental e idolatrado, como temido. Todo esto va ligado al conocimiento de que el recién nacido es un ser tan frágil, que requiere de nuestra atención y cuidado constante y apremiante.
Nota: Todo lo expuesto en el párrafo anterior es muy característico del cúmulo de sensaciones que experimenta la mujer, no ya durante el embarazo, sino en su etapa posterior, porque, en mayor o menor medida, la psicología de la mujer se ve modificada una vez que se ha producido el alumbramiento.
Por tanto, toda esta consciencia, produce en la embarazada la percepción de algo sumamente extraordinario, único e irrepetible; provocando momentos de verdadera angustia existencial, prolongados, incluso, mucho después de producido el nacimiento del bebé.
Cabe destacar las grandes situaciones de estrés y altos niveles de ansiedad a las que muchas mujeres se ven enfrentadas, afrontando la gestación con una enorme ambivalencia. Por una parte, la gestante anhela el hijo, convencida de que es la cumbre de su existencia y, por otro lado, siente una constante sensación de adaptación-rechazo.