Según el diccionario de la Real Academia Española, un hábito es modo especial de proceder o conducirse, que se adquiere por repetición de actos iguales o semejantes, o que se originan por tendencias instintivas. Es decir un hábito es algo que no sabemos, hacer, pero que, a base de repetir una y otra vez, vamos aprendiendo. Durante el primer año de vida, los niños aprenden principalmente dos hábitos: comer y dormir, vemos como los niños necesitan rutinas.
APRENDER A COMER:
Cuando vamos a alimentar a un niño, le sentamos en su silla, le ponemos el babero, agarramos un bol con la comida, y una cuchara. A base de repetir este acto, el niño en cuanto se sienta en su silla y vea el bol sabrá que va a comer. De esta manera el niño adquiere seguridad no sólo por la asociación de elementos, sino también por la actitud que le trasmite el hábito en sí.
Los expertos afirman que si el niño rechaza la comida no hay que forzarle para que coma. Si se niega a comer pasados, los 30 o 40 minutos, es mejor desistir y probarlo en la siguiente comida. Es importante no cambiar de entorno, ya que si los padres o cuidadores se comportan de forma repetida transmitirán seguridad a los pequeños. También es bueno establecer horarios regulares y tener paciencia. Los alimentos nuevos se deben introducir poco a poco, acompañándolos de otros que el niño ya acepte.
CINCO RACIONES DE FRUTA Y VERDURA AL DIA:
Los dos primeros años de vida los bebés toman verdura y fruta a diario en papillas y purés. Pero al adaptarse a la dieta de los adultos este consumo empieza a bajar de forma alarmante. La Organización Mundial de la Salud destaca la necesidad de incrementar la ingesta diaria de hortalizas y frutas hasta alcanzar unos 400 gramos diarios, unas cinco raciones aproximadamente. Cuando tu bebé empiece a tomar sólidos, continúa ofreciéndole verduras, legumbres y frutas. Estas contienen muchas vitaminas, minerales, fibras y antioxidantes, indispensables para cubrir sus necesidades nutricionales.
