Los senos después del destete (I)

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La piel del pecho es una de las partes del cuerpo que más cambios sufre cuando se tiene un hijo. Podemos decir que es lo primero y lo último que cambia. A lo largo de la gestación, la glándula mamaria se prepara para amamantar al bebé, provocando que el pecho aumente de tamaño. Este proceso culmina con la lactancia, cuando la mama comienza a producir leche y alcanza su máximo desarrollo. Con el destete, el volumen del pecho se reduce bruscamente. Cambia la forma, el tamaño y, sobre todo, su firmeza. Esta transformación provoca flaccidez y pérdida de consistencia.

¿Qué es lo que más modifica el pecho: el embarazo o la lactancia?. Realmente, el factor que más perjudica es engordar y adelgazar bruscamente. El pecho va perdiendo firmeza con cada fluctuación de peso. Las antiestéticas estrías que aparecen por la distensión de tejidos también son consecuencia del cambio de volumen. Un reciente estudio de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, titulado “Efectos del amamantamiento en la estética de los senos”, desmiente precisamente la creencia popular de que amamantar provoca la caída de los senos. Algunas madres deciden no amamantar a sus bebés por miedo a que sus pechos pierdan volumen y elasticidad.

Después de examinar a casi un centenar de mujeres, el estudio concluye que el tiempo de lactancia no es un factor determinante por sí solo para la caída del pelo. Sin embargo, el número de embarazos, el peso aumentado en ellos, la edad de la futura mamá (el paso del tiempo y la acción de la gravedad son inevitables), no usar corpiño o fumar, sí son factores de riesgos significativos. Una vez finalizada la lactancia, muchas mujeres tienen la sensación de que los pechos encogen. En realidad, se trata de una pérdida temporal de células productoras de leche (lobulillos) que involucionan.

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