Cada vez hay más personas contrarias a la práctica de perforar las orejas a los recién nacidos. Lo cierto es que no es un proceso indoloro y tampoco resulta tan inofensivo como se cree.
Aunque es excepcional, existe la posibilidad de que los lóbulos perforados se infecten (en cuyo caso hay que consultar al médico). Están, además, los riesgos que conllevan poner joyas a un bebé. Por ejemplo, prendedores en la ropa o incluso que los aros puedan desprenderse, y en el peor de los casos, que sean tragados por la nena.
Hoy en día, muchos padres esperan a que sus hijas sean mayores y decidan ellas mismas si quieren perforar sus orejas, igual que se hace con los varones. Si decides hacerlo, que sea con total garantía (en la maternidad o en una farmacia), y elige unos aros que no molesten ni puedan abrirse accidentalmente.