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Una fobia es un temor desproporcionado a algo que, normalmente, no tiene por qué asustar. Sin embargo, debemos tener en cuenta que en la infancia son normales muchos miedos fantásticos o que nos parecen ilógicos a los adultos.

Un chico puede temer a los personajes de ficción, a ser devorado, a los desagües, a una breve separación…O puede tener otros miedos ensañados por sus padres, como a los vehículos en movimiento, a las avispas, a los perros.
Al pasar por una infinidad de temores en sus primeros años, no es fácil distingue en esa etapa entre uno normal y una fobia. Hay miedos que son habituales a ciertas edades, así que un criterio para distinguir entre un temor normal y una fobia (es decir, un pánico que roce o caiga en enfermizo) es que ese miedo claramente ya no corresponda a la edad del chico que lo padece.

También son significativas una intensidad, una frecuencia y una duración excesivas. Como la apreciación de estos criterios puede ser subjetiva, conviene que la impresión de los padres sea constatada por la de un especialista. Las causas de las fobias pueden abarcar desde manifestaciones simbólicas de conflictos afectivos infantiles, hasta miedos aprendidos por imitación y experiencias traumáticas.

En todo caso, parece decisiva la influencia del ambiente familiar. Un proteccionismo excesivo, sentimientos de abandono o ser forzado a afrontar miedos y situaciones para los que el chico no está preparado, pueden  ayudar a que aparezcan esos miedos incontrolados. También los padres pueden “contagiar” a los hijos sus propios temores exagerados. Para evitar las fobias, es fundamental que el chico se sienta querido, contar con un apoyo consistente que no obstaculice el crecimiento emocional, y disponer de una buena autoestima.

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