Cada persona tiene su propio reloj biológico, es decir, cada uno de nosotros tenemos unas horas con mayor tendencia a dormirnos o a despertarnos. Durante los primeros meses de vida, este reloj determina, en gran medida, el sueño y, por lo tanto, los hábitos externos son escasos. Por ello, modificar los horarios del bebé puede resultar difícil. Para cambiarla tendencia del chiquito a dormirse o despertarse a una determinada hora hay que tomarse tiempo y ser constante y paciente.
Una vez que se haya fijado la hora en la que se lo tiene que despertar, y teniendo en cuenta las horas que duerme actualmente, adelantar en 10 minutos todas las actividades del día (comida, baño, paseo y, por supuesto, también el momento de acostarse y de levantarse). Cuando se adapte, volver a adelantarlas otros 10 minutos. Y así, poco a poco, hasta que no se necesite adelantarlas más porque el pequeño ya se acuesta a una hora que le permite dormir lo suficiente para amanecer a la hora prevista.