Una vez iniciado el período de gestación, el cuerpo de la mujer se prepara para el amamantamiento. Se producen cambios notables en las mamas y se almacena grasa en otras zonas del cuerpo para ser utilizada tras el momento del parto.
Así pues, las mamas incrementan su volúmen y son más consistentes por el aumento del tejido glandular. La areola se oscurece y las glándulas sebáceas que se hallan en esta zona, aumentan de tamaño; sirven para lubricar la areola y para guiar al bebé con el olfato hasta el pezón de la reciente mamá.
En ocasiones, el pezón es plano o tiene muy poco volúmen. En estos casos, se puede estimular rozándolo con los dedos, aumentará su consistencia y se dejará ver hacia fuera. Pero, algunas veces ni estimulandolo sale hacia afuera, incluso, puede tender a introducirse más hacia adentro de la mama. Estamos, pues, ante un caso de pezón invertido que dificulta el acoplamiento con la boca del recién nacido.
Nota: cuando el pezón es invertido, necesitarás la ayuda de una matrona o enfermera en las primeras tomas para que te enseñe cómo hacer que el niño se enganche al pecho.
No hay que olvidar que, el aumento de las mamas, te obligará a utilizar un sujetador adecuado, siendo más amplios desde las primeras semanas de embarazo. Ten en cuenta que un sujetador bien ajustado y adaptado (pero sin oprimir) te ofrecerá comodidad y te ayudará a que el peso de las mamas no dañen en exceso el tejido de sostén; motivo por el cual, el pecho puede quedar caído tras el parto y el posterior amamantamiento.
Por último apuntar que, lo habitual es que, durante el embarazo, no se tenga leche pero, algunas mujeres segregan una pequeña dosis de calostro en las últimas semanas de gestación. Lo ideal será mantener el pecho limpio y seco. Y, si utilizas discos de lactancia, deberás cambiarlos a menudo para evitar la humedad.