—La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias que son los vasos sanguíneos que llevan el oxígeno del corazón a los órganos. Estamos hablando, pues, de la sangre que llega al feto.
–La presión arterial se expresa mediante dos parámetros, máxima y mínima, y que corresponden a la presión sistólica, cuando el corazón se contrae, y a la diastólica, cuando se relaja. Valores de presión sistólica superiores a 14 o diastólica por encima de 9 se considera hipertensión.
–El control de la presión arterial se vigila mucho en el embarazo ya que un incremento notable puede provocar graves complicaciones para la madre y el bebé.
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-Existen dos tipos de hipertensión durante el embarazo:
1. La hipertensión: Se produce cuando se superan levemente los niveles de máxima y mínima. Hay que iniciar de inmediato un tratamiento para que no derive en otra mucho más complicada, la preeclampsia.
2. La preeclampsia: Es una dolencia grave. Se manifiesta por subida de la presión arterial seguida de presencia de proteínas en la orina. Los síntomas son hinchazón en rostro y manos, aumento de peso, fuertes dolores de cabeza, mareos, dolores intestinales y vista borrosa. Puede convertirse en una enfermedad poco frecuente, potencialmente fatal, eclampsia, que provoca convulsiones y estado de coma. Ambas suelen aparecer a partir de la 20a semana y desaparecen tras el parto.
–La hipertensión constriñe los vasos sanguíneos que suministran oxígeno y nutrientes al bebé, lo que influye negativamente en su crecimiento. Hay riesgo de parto prematuro y de desprendimiento de placenta con fuertes hemorragias peligrosas para la salud de la madre y el bebé
–Si se detecta alta presión en las semanas finales del embarazo normalmente se induce el parto. Si no es posible, se pueden aplicar tratamientos paliativos, aunque no siempre son eficaces. En esta situación es posible que haya que hospitalizar a la madre para controlar al feto.