Érase una vez… un león que decidió ir a la guerra. Llamó a sus ministros y les ordenó que proclamaran el siguiente edicto: «El rey León ordena que todos los animales de este bosque se presenten mañana para ir a la guerra. Nadie puede faltar.»
Los súbditos se presentaron puntualmente y el león comenzó a dar órdenes:
-Tú, elefante, que eres el más grande, llevarás la artillería y las provisiones de todos. Tú, zorra, que tienes fama de ser tan astuta, me ayudarás a estudiar los planes de guerra para contrarrestar los movimientos del enemigo.
Tú, mona, que eres tan ágil y trepas a los árboles con tanta facilidad, serás mi vigía y observarás desde lo alto los movimientos del enemigo. Tú, oso, que eres tan fuerte y ágil, escalarás los muros fortificados y llevarás el desconcierto a las filas de nuestros enemigos.
Entre los convocados estaban también el asno y el conejo. Al verlos, los ministros sacudieron la cabeza:
-Majestad, el asno nos parece poco apropiado para la guerra: tiene fama de ser animal miedoso.
El león observó detenidamente al pollino y, dirigiéndose a sus consejeros, les dijo:
-Su rebuzno es más potente que mi voz; por tanto, permanecerá cerca de mí y será mi cornetín de órdenes.
A continuación los ministros señalaron al conejo: -De todos modos, éste, majestad, que es mucho más miedoso que el asno, deberéis mandarlo de vuelta a su casa.
Una vez más, el león tomó su tiempo para reflexionar. Se volvió al conejo y le ordenó:
-Tú, que siempre vas por delante de tus enemigos, has aprendido que, para salvarte, debes correr más rápido que nadie, por tanto serás mi emisario y, así, los soldados recibirán mis órdenes como un rayo.
Dicho esto, se dirigió a todos en estos términos:
– Todo el mundo puede ser útil en la guerra, si cada uno participa en el esfuerzo común según sus posibilidades.
-Todo el mundo puede ser útil en la guerra, si
Extraído: El gran libro de los cuentos