Don Loro había visto medio mundo y era muy apreciado en la jungla malaya. Su hermoso plumaje y sus exóticos colores habían despertado la admiración de artistas y millonarios. Por tanto, su vida había sido un continuo cambiar de dueño y de ambiente.
Pero un día don Loro llegó a la cumbre de su éxito al ser comprado por el Maharajá de Jaipur, un hombre riquísimo y deslumbrante que tenía docenas de palacios cubiertos de oro y pedrería, y se rodeaba de los más costosos y exigentes placeres.
Riqueza, lujo, comodidades…, todo lo había llegado a conocer don Loro.
Un día, cansando de tantas cosas superfluas, que no le dejaban ningún sentimiento de felicidad, ni placer decidió fugarse de uno de los palacios Maharajá, lo cual no le fue nada fácil, pero tras pasar mil penalidades, logró llegar hasta lo profundo de la jungla malaya.
Por suerte, y con mucha alegría, don Loro fue recibido por los numerosos animales que poblaban tan sombríos rincones. Pero don Loro, sin oficio ni beneficios comprendió que en su nueva vida tenía que ganarse la vida de alguna forma y después de mucho pensar, tuvo una brillante idea:
“Me dedicaré a contar las maravillas que he visto. Con esos relatos alegraré la existencia de mis nuevos vecinos y, viviré con dignidad y alegría” –se dijo don Loro. Como el recién llegado tenía grandes encantos y dotes de orador, fue nombrado Poeta y Cantor del Reino de la Jungla. Desde ese momento ha sembrado de sueños y esperanzas a los modestos corazones de sus amigos y vecinos. ¡Cómo disfruta ahora don Loro al ver el gozo de sus oyentes!