El tratamiento habitual en la mayoría de los casos consiste en la administración de antibióticos para evitar que la infección se vuelva más peligrosa. Hay que recordar que durante el embarazo, el riesgo de que la infección se transforme en pielonefritis aumenta del 1,4% hasta el 28%.
A parte de la importancia intrínseca que tiene la infección urinaria en una embarazada, aumenta la frecuencia de anemia, eclampsia, partos prematuros, infección amniótica y partos de recién nacidos de bajo peso. En este sentido, la infección de vías urinarias causada por estreptococos Beta hemolítico es causa de ruptura de membranas y parto prematuro.
Por tanto, según lo expuesto anteriormente, el diagnóstico y el tratamiento precoz son esenciales para evitar consecuencias tremendas, tanto en la madre como en el niño. La elección del medicamento dependerá del germen que la cause, del momento del embarazo, de la salud de la madre y de los efectos potenciales que pueda tener en el bebé.
Una vez que ha terminado la administración del antibiótico, se realizará otra analítica para cerciorarse de que la infección ha sido curada.