Consentidos, caprichosos, sobreprotegidos…..Son algunos de los calificativos que han acompañado durante años a los hijos únicos. ¿Cómo evitar que se conviertan en niños egoístas? La calve está en enseñarles a compartir desde pequeños. La condición de hijo único no es ni una ventaja ni un inconveniente en sí misma.
Es cierto que el hijo único juega con cierta “desventaja”, principalmente porque no tiene a sus hermanos como compañeros de juegos y por esa razón le cuesta más compartir y entender que unas veces se gana y otras se pierde. Sin embargo depende de la educación que reciba y los padres somos responsables de que nuestros hijos no se conviertan en adultos caprichosos o egoístas.
Los niños pequeños no comprenden muy bien por qué deben prestar sus juguetes. Si quieres que tu hijo aprenda a ser más generoso, debes enseñarle a compartir. Para ello intenta favorecer el contacto con otros adultos. La edad de compartir se desarrolla entre los cuatro y los cinco años y no antes.
Entre el primer y el segundo año el niño reconoce su identidad y el sentido de la propiedad.
Hacia los tres años aprende a diferenciar entre “lo mío” y “lo tuyo”, pero aún le cuesta compartir, ya que cree que lo que presta no le será devuelto.
De los tres a los cuatro años todavía no ha interiorizado el sentido del tiempo y tiene poca paciencia para esperar su turno.
Entre los cuatro y los cinco años ya entiende las necesidades de los demás, muestra más seguridad en sí mismo y accede a prestar sus pertenencias-
A los seis años comprende que el hecho de compartir le aporta beneficios: tener más amigos y la posibilidad de intercambiar juguetes con ellos.